Para algunos una leyenda urbana. Para otros una muestra de hasta dónde puede llegar el ingenio del ser humano. La Operación Mincemeat. Una historia que por sus fantásticas características tenía todas las pintas de convertirse en un mito de guerra y que terminó transformándose en uno de los movimientos de estrategia militar más destacados de todos los tiempos.
1942. La Segunda Guerra Mundial se encuentra en su máximo apogeo. Sendas victorias de la campaña aliada en el Norte de África incrementan la moral de los soldados y afirman la idea que la liberación del continente Europeo no es tan descabellada como algunos creen. El fuerte Nazi no es la maquina invencible que algunos auguran.
Los estrategas aliados entienden que la liberación de Europa es el punto clave para acabar con el dominio del régimen, sin embargo las defensas nazis se han establecido fuertemente en todos los frentes. La única opción viable para las fuerzas aliadas es el ingreso por Italia. Un golpe certero a las fuerzas alemanas en el sur de Italia (Silicia) sería completamente devastador para las fuerzas enemigas ya que abriría paso libre para la conquista de los fuertes alemanes en Italia y posteriormente sus países aledaños. La vitalidad de Silicia, su entrada al control terrestre y mediterráneo, es un dato que tanto alemanes como aliados conocen desde el inicio de la guerra.
Silicia es un punto clave en la estrategia de los grandes mandos aliados y enemigos. Penetrar sus flancos defensivos no es tarea fácil. Las fuerzas italo-alemanas cuentan con gran ventaja sobre cualquier ataque aéreo y terrestre. Terrenos escarpados y grandes aéreas de posesión militar enemiga suponen un gran reto para cualquier ataque. Cualquier concentración masiva de tropas sería probablemente detectada como señal de un ataque inminente, por que los aliados entienden que la única manera de penetrar las líneas enemigas es engañar a los alemanes, de forma que no concentrasen sus fuerzas y rechazasen la invasión.
A pesar de lo brillante de la estrategia, el plan del Capitán Cholmondeley, se dejó de lado por impracticable; sin embargo, la idea fue recuperada pocos meses más tarde por el Capitán de Corbeta Ewen Montagu, un oficial de inteligencia naval miembro del Comité de los veinte, que consideró que la idea tenía muchas posibilidades y rápidamente empezó a estudiar los detalles del engaño.
Tras decidir retomar la idea del Capitán Cholmondeley, lo primero que Montagu y su equipo hacen es planificar que tipo de estrategia pueden brindar para engañar el enemigo y de qué manera pueden hacerlo. Basados en la idea de Cholmondeley, consideran que tipo de documentos llevaría un hombre que falleciese por accidente de la apertura del paracaídas, sin embargo rápidamente Montagu y sus hombres entienden que los alemanes saben que los aliados nunca enviaban documentación sensible en los vuelos sobre territorio enemigo, por lo que deciden que el hombre sea víctima de un accidente de aviación en la mar.
Ayudados por el famoso patólogo Sir Bernard Spilsbury, Montagu y su equipo determinaron que tipo de cuerpo necesitaban para esta operación. De la manera más discreta posible, localizaron el cuerpo de un hombre de 34 años muerto recientemente por una neumonía producida químicamente por ingestión de raticida. Hablaron con su familia de la operación y les pidieron jurar mantener el secreto. La familia lo aceptó, con la condición de que nunca se revelase su identidad. Como el hombre había muerto de neumonía, el fluido en los pulmones concordaba con el hecho de que hubiese permanecido en el agua mucho tiempo.
Este último toque, aunque ingenioso, comportaba un elemento de riesgo, al existir la posibilidad de que la Abwehr tuviese dudas sobre la idoneidad de un individuo tan poco cuidadoso para transportar documentos de alto secreto. Los aliados estaban al tanto del fracaso del Plan Catalina, (intento anterior de engañar a los alemanes y que fue frustrado ante las bases de poca información) aunque Montagu también contaba con la frustración de los alemanes por no haber aprovechado la información que tuvieron en sus manos.
Pero esta trama sobre su capacidad e incompetencia eran necesarios para justificar que tanto el cuerpo como los documentos fuesen recuperados juntos. Para ello, el Comandante Martin llevaría una cadena alrededor de su gabardina a la que iría amarrado su maletín, para dar la impresión de ser una persona que quería estar cómoda durante un largo vuelo, pero quería tener el maletín a mano todo el tiempo, indicando que era un oficial muy responsable, aunque a veces un poco descuidado.
Mientras Montagu y su equipo creaban la falsa identidad, también se estaban generando los documentos necesarios para que el engaño funcionase. Era necesario convencer a los alemanes que el desembarco se iba a efectuar en algún sitio que no fuese Sicilia. La idea principal era presentar un ataque a Cerdeña, como paso previo para establecer una base para un desembarco en el Sur de Francia, y, a continuación, efectuar un gran desembarco en Grecia por los Balcanes. Por lo que en lugar de sugerir directamente estos falsos planes por medio de documentos oficiales, se sugerirían por medio de una carta personal del Teniente General Sir Archibald Nye, Segundo Jefe del Estado Mayor General Imperial al General Sir Harold Alexander, Comandante Británico en el Norte de África donde se le decía "off-the record" que habría dos operaciones.
Alexander atacaría Córcega y Cerdeña, mientras el General Sir Henry Wilson lo haría en Grecia, dando a esta falsa operación el nombre de "Operation Husky", que era el nombre real de la operación de desembarco en Sicilia. Además, en una jugada maestra de psicología inversa, la carta indicaba que se estaban elaborando planes para engañar a los alemanes y convencerlos de que el desembarco se haría en Sicilia. Esto debía dar la impresión a los alemanes de que se enfrentaban a fuerzas los bastante potentes para efectuar dos grandes operaciones simultáneas, y que tendrían lugar lejos de Sicilia, obligandolos a dispersar sus fuerzas para enfrentarse a la amenaza.
Una vez trazada la treta, el Comandante Martin fue puesto en un contenedor estanco y sellado conservado en hielo seco y vestido con su uniforme de Royal Marines, y Cholmondeley con Montagu alquilaron un coche para entregarlo en Holy Loch, Escocia y lo embarcaron en el submarino británico HMS Seraph. Montagu había preparado esto con el Almirante Barry, que tenía a los submarinos bajo su mando. Barry sugirió el Seraph, que en ese momento estaba disponible. Fue casualidad que su comandante, el Teniente de Navío Norman L.A. (Bill) Jewell y la tripulación tuviesen experiencia previa en operaciones especiales.
A las 04:30 del 30 de abril, el Teniente de Navío Jewell ordenó a su tripulación subir el contenedor a la cubierta del submarino en superficie. Antes había dicho a su gente que iba a desplegar un sistema meteorológico altamente secreto y ordenó a todos permanecer bajo cubierta. Reunió a sus oficiales, les explicó los detalles de la operación y les exigió mantener el secreto. Después abrieron el contenedor, pusieron el chaleco salvavidas al Comandante Martin y, le ataron el maletín con los documentos, rezaron el Salmo 39 y pusieron suavemente el cadáver en el agua para que la corriente lo arrastrase hacia tierra. Una vez terminado, Jewell puso un mensaje al comité de los veinte diciendo "MINCEMEAT completed".
El cuerpo fue descubierto a las 07:30 por un pescador local de origen portugués, José Antonio Rey María, en la playa de la "Mata Negra", en Punta Umbría, que lo llevó al puerto e informó a las autoridades españolas. La Abwehr local, representada por el técnico en agricultura alemán Adolf Clauss, tuvo conocimiento inmediato del descubrimiento.
Los alemanes muerden el anzuelo.
El Vicecónsul acordó con el forense Eduardo del Torno, redactar el informe post-mortem en el tanatorio de Huelva, próximo al cementerio. Este informó que el hombre había caído al agua con vida, que no tenía golpes, que había muerto ahogado y que el cuerpo estaba en el agua desde hacía entre tres y cinco días. El forense no hizo una autopsia completa al creer que el Comandante Martin era católico, porque llevaba (otro toque de Montagu) al cuello una cadena con una cruz de plata.
Mientras, Montagu decide incluir el nombre del Comandante Martin en la siguiente lista de bajas británicas que, un mes más tarde, es publicada en el Times, sabiendo que los alemanes la iban a leer para confirmar el fallecimiento. Casualmente, también estaban en la lista dos oficiales que habían fallecido al estrellarse su avión en la mar, cuando iban hacia Gibraltar, lo que aumentaba la credibilidad de la historia del Comandante Martin. Para reforzar el engaño, se mandaron una serie de mensajes urgentes del Almirantazgo al Agregado Naval Británico en Madrid, pidiéndole la devolución a cualquier precio de los documentos encontrados con el cuerpo debido a su contenido altamente sensible, todo esto cifrado con una clave de bajo nivel, para alertar a las autoridades españolas sobre su importancia. Los documentos fueron devueltos el 13 de mayo, asegurando que no faltaba nada.
Pero antes los alemanes habían oído hablar del descubrimiento de los documentos, y, no sin cierta dificultad, el agente local de la Abwehr consigue hacerse con ellos. Los alemanes abrieron cuidadosamente el maletín y fotografiaron todo su contenido. Después, el maletín fue entregado a los británicos por las autoridades españolas. Las fotografías se enviaron urgentemente a Berlín, donde fueron evaluadas por la inteligencia alemana.
Cuando el cuerpo del Comandante Martin fue devuelto y se comprobó la documentación, los británicos vieron que había sido leída y vuelta a guardar cuidadosamente. La confirmación posterior obtenida por medio de ULTRA hizo que se enviase un telegrama a Winston Churchill, que estaba en Estados Unidos diciendo: "Mincemeat Swallowed Whole". (Se han tragado toda la carne picada).
Los alemanes se habían tragado totalmente el engaño: anzuelo, línea y flotador. Todo el cuidado que Montagu y su equipo habían puesto para establecer la identidad de Martin había sido rentable.
Adolfo Hitler quedó tan convencido de la autenticidad de los falsos documentos que discrepaba con Mussolini que Sicilia era el punto más probable para la invasión, insistiendo que cualquier incursión sobre la isla debía considerarse parte de un plan de engaño y que el ataque principal sería en cualquier otro lugar.
Hitler dio órdenes para reforzar Corcega y Cerdeña, y envió al Mariscal Rommel a Atenas para formar un grupo de Ejércitos. Los buques patrulleros, minadores y dragaminas asignados a la defensa de Sicilia se mandaron a otros lugares. Pero la decisión más crítica fue probablemente el envío de dos divisiones Panzer del frente ruso a Grecia, justo en el momento en el que se estaban preparando para atacar a los rusos en le Batalla de Kursk.
La Operación Husky empezó el 9 de julio, cuando los aliados atacaron Sicilia por el sur. Pero los efectos de la operación Mincemeat duraron todavía dos semanas, ya que los alemanes seguían convencidos de que era una finta y que el ataque principal sería en Cerdeña o en Grecia. Como resultado, la conquista de Sicilia encontró relativamente poca resistencia y se completó el 9 de agosto. Además, la caída de Palermo a mediados de julio provocó un golpe de estado contra Mussolini el 27 de julio que lo apartó del poder.
Y que fue de...?
Comandante Martin. El hombre al que se conoció como Comandante Martin sigue enterrado en el cementerio de Huelva. Al convertirse Mincemeat en una leyenda, sequía el interrogante sobre la identidad de ese hombre.
En 1996 un historiador aficionado llamado Roger Morgan encontró evidencias de que "Martin" fue un alcohólico vagabundo galés llamado Michael Glyndwr que murió por ingerir veneno para ratas, aunque no se sabe como ni porqué lo ingirió.
La lápida del cementerio de Huelva lleva ahora su nombre real, pero seguirá siendo recordado como el Comandante Martin, que con su muerte, salvó miles de vidas y cambió el curso de la guerra.
En cuanto a Even Montagu, por su participación en la operación Mincemeat se le concedió la orden del Imperio Británico. Se convirtió más tarde en Judge Advocate of the Fleet. En 1953 escribió un libro sobre la operación titulado El hombre que nunca existió que fue llevado al cine poco después.
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