Un tico en el extranjero: Crónicas de una costarricense en China.

En ciertos momentos de la vida, el corazón necesita buscar lugares con poesía, con alma, con profundidad, para encontrarse o reencontrarse en medio de la belleza y el desconcierto de enfrentarse a un lugar lleno de variaciones y distinciones. Es por eso que el ser humano ama salir de su entorno natural para embarcarse en aventuras llenas de nuevos destinos.

Los viajes llaman al descubrimiento de nuevas tierras, descubrir sus misterios, sus paisajes, sus personas y costumbres, sus manjares. A gozar de lo novedoso, de lo desconocido, de la aventura, pero también a ser parte de los lugares adonde vamos, respetarlos e integrarnos lo mejor que podamos, con el paisaje, con el entorno; e informarnos de la historia, de las costumbres, del folclor, etc., para así conocer mas del otro y disfrutar más del viaje. Sin embargo para un tico, esta premisa no es tan fácil.

Quienes hayan tenido la oportunidad de salir al extranjero saben que para un costarricense no es facil acomodarse a las exigencias y variedades de las culturas extranjeras. ¿Como vive un tico en el extranjero lejos de su patria y todas las cosas que ama? Rincón de un escritor da un vistazo al alma y corazón de nuestros más cercanos amigos y colaboradores en el exterior. ¿Como vive un tico en el extranjero? Estas son sus historias.

¿Cómo pasa los días una tica en China?

Por Mariela Araya.

Ya tengo 90 días viviendo en China. Ya dejó de parecerse a vacaciones para convertirse en vida. Sé que no es un paseo, todo lo que veo es mi hogar. Aunque poco a poco las cosas se vuelven comunes, aún esta cultura china no deja de sorprenderme y siempre queda espacio para agregarle un par de signos de exclamación a los días.

Las calles, desde mi perspectiva occidental, son un verdadero caos, los chinos parecen conocer las reglas para conducir acá y me demuestran que sacar licencia es tan fácil como abrir una caja de cereal. Cada quien va por donde sea; las scooters eléctricas y bicicletas van por donde haya espacio, mezcladas con automóviles AUDI o Mercedes Benz. Todos suenan las bocinas como para anunciar que van en la vía y que los atravesados se quiten.

En un día normal se ven decenas de chinos, unos más bronceados, otros más blancos, muchos con los pelos parados como escobas, esperando en las paradas de los buses, caminando, o más bien casi corriendo. La señora en la esquina de la tienda de departamentos con su puesto ambulante de huevos negros fritos, con un olor característico, mezcla de medias sucias con basura de tres días. Eso es a lo único que no me acostumbro. Ya aprendí a empujar a la gente para subir al bus, a los vistazos llenos de admiración por que soy extranjera, pero el olor de los huevos negros nunca me gustará.

Tambien es interesante el hecho, de aqu, en un día normal, se ve a la mamá abriéndole el pantaloncito a su hijo para que evacue sus necesidades en las rejas del suelo de la tienda. Acá los bebés no usan pañales, y los pantalones tienen una abertura en la parte trasera que deja al descubierto las pobres nalguitas al frío desgraciado que hace.

¿Y a la hora de comer? Es bien interesante. La comida se me escapa de los palos chinos; es imposible para mí atrapar el arroz, así que recurrí a ponerme a dieta de carbohidratos y no pelear con el arroz, que además no le ponen pizca de sal y cae al plato como un bloque compacto. Los chinos aman la comida frita y en la calle. Por donde sea que vaya hay puestillos de fritangas que llenan el ambiente de un olor grasoso. Fríen las verduras, la carne, las patas de pollo, y si alguien lo pide estoy segura que le dan la cabeza con el pico y todo. Fríen todo lo que sea comestible, pero aún así son tan delgados que algunos parecen que sufren anorexia. ¡Ah! Y aman los huevos.

Sería un pecado en contra de esta idiosincrasia si no menciono el detallito característico de escupir en las calles. Por donde vaya nada más se escucha alguien carraspeando desde las entrañas y luego el “puf” del escupitajo cuando cae en la acera. A veces siento que me lo van a tirar en el cuello, entonces sólo encojo los hombros, creo que hago cara de agonía y espero. Aún no han fallado en la puntería y cae en la calle. Es tan normal para ellos como salir a correr en la mañana y fumar todo el resto del día.

¿Cómo vive una tica en China? Feliz, admirada y con los ojos bien abiertos para no perderse detalles de esta gente tan peculiar. Extraño el gallo pinto, y ahora que viene navidad mejor ni pensar en los tamales con salsa Lizano y café chorreado. Aprendí a comer con palos chinos, tomar té a diario y regatear con las pocas palabras que me salen. Extraño tiquicia, extraño a mi familia y amigos, pero las caritas simples de niñitas chinas que me ven como bicho raro compensa todo lo que dejé atrás. El idioma es tan difícil que parece un trabalenguas y es como entender embrujos de chamanes, pero cada día se convierte en un reto que debo superar.

Simplemente, vivo feliz aquí… Zaijian!

¿Quieres conocer un poco más sobre la vida de una tica en China? Visita el Blog de Mariela Araya "Nuevas latitudes: Crónicas de una tica en China". Nosotros lo recomendamos. De paso Rincón de un escritor envia sus saludos a nuestra querida amiga. Gracias por tu tiempo y por tu apoyo. Nos vemos en la próxima edición de ¿Como vive un tico en el extranjero?


1 comentarios:

  1. Muy interesante esta sección. Sobre todo para mi que soy de Buenos Aires y amo viajar. Espero más entregas!!!

    ResponderEliminar

 

Sobre el autor

Mi foto
Escritor costarricense. Director de la Revista Level Up. Autor de la novela "El Hombre de la Rosa Negra" (ULACIT, 2009), y el microrrelato "Un café para celebrar" (Editorial Costa Rica, 2012). Actualmente se encuentra trabajando en su novela "Nueve minutos para la media noche" (2013).

Obras publicadas...



El Hombre de la Rosa Negra. (ULACIT) (2010) -Descargar-
Premio Joven Creación (Editorial de Costa Rica) (2012) - Descargar-

Lo ultimo en Ticoblogger