Hace unos días leía una copia de la carta escrita por el Coronel Sullivan Ballou a su esposa la vispera de la batalla de Bull Run. Sullivan fue un oficial de la unión en el segundo escuadrón de Rhode Island, y en su carta parecía prever que esta batalla sería la ultima que libraría en su vida.
Sus letras relataban con ternura de su amor imperecedero por la mujer que había cautivado su corazón. Ballou lloraba al pensar que debe renunciar a "de los recuerdos de momentos de gran felicidad que he pasado contigo, la esperanza de años futuros, en que, Dios mediante, aún podríamos haber vivido y amarnos, y ver crecer a nuestros hijos a nuestro alrededor hasta una honorable madurez".
No obstante, a pesar de su amor, la batalla llama y el no logra volver a ella. "No tengo recelo al respecto, ni falta de confianza en la causa en que estoy comprometido, y mi valor no se detiene ni titubea... cuan grandiosa deuda tenemos con los que pasaron antes que nosotros por la sangre y los sufrimientos de luchar por la libertad... Sara, mi amor por ti no tiene fin, parece cegarme con cables poderosos que nadie más que Omnipotente puede romper" y, sin embargo, una causa más grande "llega sobre mi como un viento recio, y me golpea de modo irresistible hacia el campo de batalla con todas estas cadenas"
Siempre he creído que un hombre debe tener una batalla por luchar, una gran misión para su vida que involucre y transcienda aún el hogar y la familia. En el ser humano debe existir una causa con la que este comprometido incluso hasta la muerte. Concebir y tomar como propia la certeza de que somos parte de algo grande. Una razón de vida que trasciende incluso a la propia vida. Es parte de nuestra existencia. De tener un corazón de guerrero.
Creo que es exactamente lo que en estos días esta sucediendo. Algo grande viene. Más fuerte y poderoso de lo que la mente humana puede concebir. Algo que me hace pensar que estamos caminando hacia un momento que cambiara para siempre la historia de este continente. Cuba fue el primer paso. Nicaragua nos espera en dos días. Por primera vez los temores y las luchas internas se han hecho a un lado. Siento como si caminara con destino, y que toda mi vida pasada ha sido una preparación para este momento y este acontecimiento.
No podemos olvidar de donde venimos y hacia donde vamos. La gran batalla ha comenzado y como en el Día D penetramos en medio de las lineas enemigas. Es nuestra misión. Nuestro lugar y nuestro futuro. No se nos conoce por nuestro nombre sino por nuestros actos.
Hemos sido llamados al frente. A tomar el papel protagonico de esta historia. Correr a la línea de batalla y tomar el toro por lo cuernos para luchar por aquello que nos pertenece. Nuestro corazón es libre, debemos tener el valor de hacerle caso. Lo que hay delante y detrás de nosotros es insignificante comparado con el poder que llevamos en nuestros adentros. Somos parte de algo realmente grande.
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