Desde mi ventana: Nunca es tarde...

La felicidad es una decisión. La vida, una mezcla de situaciones que nos llevan en viajes inesperados, a través de un mar de sentimientos y emociones que van desde la euforia colectiva, hasta la tristeza extrema. Una serie de eventos que no tienen principio ni final, y son baluartes para formar nuestro espíritu y seguir construyendo nuestro carácter. Pruebas que nos hacen pasar por el fuego para ver de que estamos hechos. Grandes éxitos y pequeñas derrotas. De eso esta hecho el mundo. De lágrimas y sonrisas.

Y es que no se trata de inestabilidad emocional. De estar un día que no cabemos dentro de si, y al siguiente hechos un mar de lágrimas por algo a lo que no le encontramos sentido. Sino más bien el entender la maravilla de conocernos como seres integrales. Un mosaico interno lleno de sentimientos y sueños tan variados como lo son los colores del universo. Un verdadera obra de arte que lleva el sello de calidad de aquel que nos creo. Somos tan complejos y tan simples al mismo tiempo que no nos alcanza una vida para descubrir todas las maravillas que han sido puestas en nuestro interior. Un corazón lleno de sentimientos encontrados. Y es precisamente en lo que hemos estado pensando en estos días.

Hoy estamos llegando, tanto en lo personal como en lo laboral, al final de una gran semana que nos hace decir que en esta vida nada sucede por casualidad. Quienes nos han acompañado en los últimos meses saben muy bien que hemos pasado una gran cantidad de vendavales y tormentas que nos sumergieron en un completo infierno. Situaciones que pusieron nuestra fe y nuestro espíritu, contra la pared, a prueba las veinticuatro horas del día. Caminos desolados y desiertos. Dificultades que con la ayuda de personas que nunca se alejaron de nuestro lado, cuando todos los demás lo hicieron -incluso las estrellas que veíamos en el cielo- fuimos superando poco a poco, todos nuestros tormentos internos hasta llevarnos al lugar que tanto añorábamos.

Parte de ese sueño, se hizo realidad este jueves, cuando después de un par de semanas de estar sin trabajo, la vida nos premio con una hermosa oportunidad de poder laborar en la banca privada, y ser parte del equipo de trabajo de CitiBank, en el puesto de asesor de ventas. Un lugar de privilegio por el que tuvimos que competir contra 22 personas aguerridas y decididas a llevarse el puesto, y de las cuales, al final de una semana, quedamos doce entre el equipo de trabajo. Para mi, sin intención de hacer publicidad, es una gran oportunidad de seguir creciendo tanto en lo personal como lo profesional. Porque sinceramente, y aunque suene trillado, es parte de un sueño que se hace realidad. Siempre hemos querido laborar en un banco privado. Muchas veces lo intentamos, pero por alguna u otra razón esta no se nos daba, y en esta ocasión, cuando más complicado se puso el asunto, pudimos sacar la casta, y hacernos con el puesto.

Y es que este trabajo nos llega justo en el momento que menos lo esperábamos, pero cuando más lo estábamos necesitando. Una oportunidad para formar parte de algo grande, pero al mismo tiempo de luchar por algo que queremos. Una cereza en el pastel para cerrar con broche de oro una gran semana que empezó con uno de los más hermosos regalos que la vida nos pudo haber dado, y por la que levantamos las manos para agradecer al cielo por todas las cosas que han ocurrido en el pasado, incluso aquellas que en el momento no pudimos entenderlas, porque hoy vemos que podemos comprender que por primera vez los temores y las luchas internas se han hecho a un lado, y sentimos como si camináramos un con destino, y que todo lo que hemos pasado en la vida ha sido una preparación para este momento y este acontecimiento, tanto el profesional como lo en personal.

Sin embargo, como lo dije. La vida es un callejón de risas y llantos. Mientras nos embarga una gran alegría por las cosas que están pasando en nuestra vida. No podemos ocultar la enorme tristeza que nos consume en este momento por enterarnos precisamente en estos días de que una gran amiga, una compañera de nuestros años de colegio esta en el hospital luchando por su vida, a la espera de un trasplante de hígado. Una joven, hermosa, inteligente y fuerte que con su sonrisa era capaz de iluminar cualquier habitación. Nuestra compañera, al igual que nosotros, no supera los 24 años. Hace tan solo 15 días nos encontramos por casualidad en Atenas, nuestra ciudad natal, aquella que dejamos en busca de sueños y fortuna. Se veía bien. Muy alegre. Como siempre. Hoy esta en un hospital luchando por su vida. Y les soy sincero. Esto ha golpeado nuestro corazón.

Por eso esta semana ha sido de grandes alegrías, pero también de llamadas, nostalgias y preocupaciones entre aquellos que compartimos cinco años de colegio. Nos duele, a todos, en el alma, ver en la situación que esta nuestra amiga, y en la forma en que el tiempo ha pasado en nosotros. La mayoría, fuimos los mejores amigos durante esos cinco años de colegio. "Nunca te olvidaré". Los mejores compañeros. "Siempre estaremos en contacto". La forma en que nos sumergimos en un mundo de palabras que una vez pronunciamos, y hoy miramos hacia atrás para ver solo un callejón de promesas rotas sin cumplir, embarga de tristeza nuestra alma. Muchos lo hemos pensado y comentado en estos días. Que triste tener que esperar que suceda una tragedia para ponernos en contacto y decirnos lo mucho que nos extrañamos y apreciamos. Para salir de ese oscuro silencio en que todos nos encontramos.

Porque esto mis amigos, aunque muchos lo neguemos, es más común de lo que pensamos. Lo vemos en cada esquina de la calle. En los rincones de nuestros hogares. Damos por sentado que esas personas lo saben. Que nos interesan y nos importan. Enfrentarme a la muerte y sobrevivir a ella nos enseño muchas cosas. Una de esas fue siempre decir lo que sentimos, en el momento en que lo estamos viviendo. Llevar una existencia sin arrepentimientos y sin remordimientos. Con la conciencia de que las personas que queremos, lo supieron a cada instante, en todo momento. De que nunca es tarde para decir te quiero.

Por eso hoy, antes de irnos de regreso a nuestra ciudad natal. Los invito a reflexionar en esto. Lo hemos escuchado mil veces. No dejemos para mañana lo que puedes hacer hoy. Transcender no se trata de escribir nuestro nombre en los grandes libros de historia, sino dejar notas personales en los cuadernos de quienes nos acompañan día a día, en nuestro camino hacia la gloria. Pido por sus oraciones para que nuestra amiga pueda salir adelante de esta difícil prueba que le ha puesto la vida. Desde el fondo de mi corazón. A todos. Gracias por estar a nuestro lado. Los quiero.

pd. No creas que se nos ha olvidado. Lo prometido es deuda. Feliz cumpleaños Xo, un poco atrasado cierto, pero bueno, nunca es tarde. Como también agradezco a esa persona que nos ha acompañado silenciosamente en todo este proceso. Cuando todos los demás se fueron, tu permaneciste fielmente a nuestro lado. Y eso preciosa, nunca podré olvidarlo. Eres un regalo enviado del cielo. De paso, también saludo a nuestro compañero Enock Salazar que esta semana también estuvo de cumpleaños, y a mi gran amiga Abril Barbosa, quien es la protagonista de la imagen al inicio, y adivinen que, hoy también esta de cumpleaños. A todos. Un enorme abrazo!

Post relacionados:

• Desde mi ventana: Hambre de gloria...