Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33.
Existe una escena en el Señor de los Anillos: Las Dos Torres que ilustra esto último a la perfección. Frodo, como una especie de adicto sumergido en la oscuridad y envuelto en ira, enfrenta a filo de espada a su compañero incondicional, Samwise Gamgee. Al borde de la muerte, Sam observa a su fiel compañero completamente consumido por el poder del anillo.
Con el filo de la espada apunto de atravesar su garganta, Sam le suplica a su amigo que recuerde el rostro de quien ha arriesgado su vida en su trayecto a las profundidades de Mordor. La escena, increíblemente emotiva, nos presenta a un Frodo asombrado de la monstruo en que se ha convertido. La espada cae y Frodo reconoce que ha llegado a su límite. Devastado, Frodo se confiesa "No puedo hacer esto Sam". Se encuentra acabado. Entre lágrimas Sam nos deja una enseñanza para la historia.
Sam: Lo sé. Está todo mal. Ni siquiera deberíamos de estar aquí. Pero aquí estamos. Es como en las grandes historias Señor Frodo. Las que realmente importan. Siempre llenas de oscuridad y peligro. Ésas de las que no quieres saber el final. Porque, ¿cómo podía existir un final feliz? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de toda la maldad que ha sufrido?
Pero al final, todo es pasajero. Como una sombra. Incluso la oscuridad debe acabar. Llegará un nuevo día. Y cuando el sol brille, brillará con más claridad. Esas eran las historias que recordabas en el corazón. Que significan algo. Aún cuando eres demasiado pequeño para entender por qué. Pero creo, señor Frodo, creo que lo entiendo. Ahora lo sé. La gente en esas historias tenían muchas posibilidades de volverse atrás. Pero no lo hacían. Seguían adelante. Porque se estaban aferrando a algo.
Frodo: ¿A que nos estamos aferrando Sam?
Sam: A que existe la bondad en este mundo Señor Frodo. Y que vale la pena luchar por ella.
He luchado gran parte de mi vida con lo que llevo dentro. Esa bestia en el interior que tiene clara su meta: matarme, o morir en el intento. El sentimiento es mutuo. Es una lucha constante. Una que se vive diariamente. Pero no soy el único. La he visto reflejada en los ojos de mis compañeros. He visto el mismo temor, la misma desazón, la misma incertidumbre. La angustia de librar una batalla en medio de la oscuridad. Cuando el tiempo se detiene y el aire se vuelve espeso. Cuando has perdido la fe y estás a punto de tirar la toalla. De volver al rincón y decir: al carajo, esto no es para mí. Yo no nací para esto. Cuando estás a punto de volver atrás.
Sé lo difícil que es. A lo largo de estos últimos 10 años he visto muchos caer en el camino. La batalla ha sido despiadada. Sin treguas ni descanso. Y entonces pienso en las palabras de Sam "¿Cómo podía existir un final feliz? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de toda la maldad que ha sufrido? Una pregunta honesta que muchas veces en medio del silencio también me he hecho. Una mirada a nuestro alrededor y es fácil detectar la base de cada pensamiento pesimista que despierta en la mente de los que nos rodean. Sin embargo, no importa cuan lejos corras, ni lo mucho que intentes alejarte, como una llama en la profundidad del alma, ese sentimiento se resiste a morir en la oscuridad. A pesar de la lluvia y la tormenta, la llama permanece inamovible. Aunque no se vea. Aunque a veces no se sienta. Sigue ahí.
Es la razón por la que un naufrago se aferra a una tabla en alta mar. La misma motivación que hace que un campesino en medio de la sequía siga trabajando a la espera de una gota de agua. Es la conciencia de que uno puede rendirse si así lo desea. El conocimiento de que hay una salida fácil, pero se puede tomar el camino más alto. La ruta más difícil. De que no hay otra salida que luchar y pelear por lo que se quiere.
El mérito de triunfar en la vida no pertenece a las personas que que nunca han conocido y enfrentado el amargo sabor de la derrota. El reconocimiento pertenece a aquellos que hayan sentido el ardor de las lágrimas mezclarse con su sangre, ante dolor y la desazón de saber que han caído. Aquellos que con los rostros manchados de barro, perseveran con valentía, un golpe tras otro, con la convicción de que no hay ninguna esfuerzo sin tropiezo, y gloria que conlleven una serie de errores y defectos.
No se trata de ignorar la tarea, ni los escollos que aparecerán en el camino. No es quedarse viendo los toros desde la barrera, o intentar escapar de las peleas. La esperanza es aquello que desde nuestro interior insiste, una y otra vez, a pesar de todos los indicios que han sido fundamentados en su contra, de que nos espera algo mejor, si tenemos el coraje de intentar alcanzarlo. Porque es la esperanza lo que ha cambiado el mundo. Ha movido hombres y mujeres a marcar la historia para siempre. Y lo seguirá haciendo. Porque esas son las historias que realmente importan.
Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años." (Deuteronomio 8)
pd. Seis años después de haber empezado esta aventura. Seguimos aquí. Hasta el final. Pase lo que pase, nunca se rindan. El mundo les necesita. Gracias por estar siempre a mi lado. Un enorme abrazo a la distancia.
Un abrazo! bendiciones!
ResponderEliminarExceleeeente que éxito volver a leerte, nos hacías falta!!! abrazos!!!
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