Desde mi ventana: El hombre sin rostro...

La fuerte brisa del desierto quema sin clemencia cada centímetro de mi cuerpo. Perdido en medio de la oscuridad, puedo sentir el sol carcomiendo mis huesos. La sangre corre a través de mis brazos, y los pies -los mismos que han recorrido sin descanso este camino cubierto de lamentos-, continúan su paso sin dar abasto. No hay tela ni abrigo que pueda cubrir el abominable espectro en que mi alma se ha convertido. Desnudo en medio de la nada, mi corazón vaga sobre el valle de las sombras de la muerte acompañado únicamente de un escudo roto y una espada oxidada. El reflejo del cuerpo desgastado sobre la tierra árida no miente: ya no queda nada. Las rodillas no aguantan el peso de la conciencia y caen sobre la arena. Entonces la veo.

Su cuerpo aparece sin premura sobre el polvo. El tiempo se detiene mientras su enorme figura emerge frente a mis ojos. Su mirada se clava en el alma. El sol se ha ocultado demasiadas veces sobre mis pasos, vagando impacientemente a que alguien ponga fin al tormento. Finalmente, me ha encontrado. Una década se vuelve eterna para quien haya atesorado la vida de un mercenario en fuga. La bestia me ofrece la salida. Ahí. Ahora mismo. A un paso. El final del camino. El escudo se desprende de mi brazo ensangrentado y la espada cae sobre la arena. Ha llegado la hora.

-Todo ha terminado -digo mientras el cuerpo se prepara para recibir su último golpe.

La bestia se acerca rápidamente para cumplir su trabajo. Entonces lo impensable sucede. En medio de la nada su voz me llama. El tiempo se detiene. Después de una eternidad en las sombras su voz resuena en el ambiente. Me llama por mi nombre. Ha transcurrido una centuria desde que la vista fue arrebatada de mi ojos pero su voz es inconfundible. Sus palabras tienen la fuerza de un cascada cayendo sobre mi cabeza, pero su tono es reconfortante, como la suave caricia de una madre en el rostro de su hijo a quien no ha visto en años.

- Aún no he terminado contigo -me dice al oído.

Mi mente rehuyen su presencia pero mi corazón no logra escapar. No puedo verlo, pero sé que esta ahí junto a mí. El silencio se extiende sobre el desierto y entonces cuando puedo sentir su mano posándose sobre mi hombro. Como una suave brisa, la vista regresa a mi ojos. En medio de la nada puedo contemplarlo. Nuevamente estoy de pie frente al hombre sin rostro. Su mano se cruza con la mía y sus palabras transforman cada rincón de mi alma.

- Toma la espada y vuelve a casa hijo mío...

Al igual que la primera lluvia de invierno cubriendo un campo seco, las fuerzas retornan a mi cuerpo y la carne se extiende nuevamente sobre mis huesos. La bestia avanza sobre el desierto, sedienta de sangre. Mi sangre. Mi mano se posa sobre la espada que yace incrustada en la arena. El hombre sin rostro no se aleja de mi lado.

-No conozco el camino a casa -le digo levantando la espada.

Su mirada se cruza con la mía. La bestia corre sin detenerse.

-Pero tú sí -doy un paso al frente-. Y eso me basta.

La bestia se apresura con furia. Sus pies se despegan de la arena. Salta sobre mi. La espada permanece en el aire.

-¡Vamos! -le gritó a la bestia- Aún queda uno al que no has matado.

Cause if the face inside can't see the light

I know I'll have to walk alone

And if I walk alone to the other side

I know I might not make it home

So won't you come inside And never go away

Cinco años después. Sigo creyendo lo que escrito en aquel primer post. "El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar". Cinco años años después de haber empezado esta gran aventura, doy gracias a cada uno de los amigos que permanecieron a nuestro lado, de manera inamovible contra el paso del tiempo. A los que vinieron y se fueron, doy las gracias. A todas y cada una de las personas que con lectura silenciosa, e invaluables comentarios han hecho de este blog un lugar del que nunca me quiero marchar. Un espacio que llevo a cada segundo en mi alma, y que me hace volver para reencontrarme con ustedes. Amigos, y amigas, compañeras de batalla que nunca se han alejado de mi lado a pesar de las circunstancias. A ustedes doy las gracias en nuestro quinto aniversario. Un enorme abrazo. ¡Los quiero!